Si me dicen que iba a ver peligrar la lactancia de mi niña, después de 4 años de lactancia materna a demanda con mi niño, no me lo habría creído. Así de claro. Pues os puedo decir que 24 horas después de nacer mi niña me di cuenta de que debía buscar ayuda urgentemente, pues la lactancia iba directa hacia el fracaso. Pero empecemos por el principio…
Como ya os conté, el día que nació Minchiña fuimos atendidas por una matona muy respetuosa, que en seguida la puso sobre mi para que buscara el pecho. A Minchiña le costó un poco engancharse, pero finalmente lo hizo, aunque el agarre era malo por lo pequeñita que era ella, y creo que un pequeño frenillo que tiene también hizo lo suyo. Todo iba más o menos como debía, con las dificultades normales del principio, pero no tardó en comenzar a torcerse.
Debido a mi diabetes gestacional y a que me pinchara insulina tenían que controlar que ella no hiciera hipoglucemias, así que cada 3 horas le hacían un control de glucosa. Y se lo hacían igual que yo me los había hecho, con el mismo modelo de glucómetro y las mismas agujas. Y no son agujas pequeñas, por cierto. Como ya os podéis imaginar, que vinieran católicamente cada 3 horas a pincharla poco a poco la fue poniendo más y más nerviosa. Comenzaron los comentarios de que iba muy justa, que debería darle una ayudita, por asegurar. ¿Pero le ha dado bien el control? Bueno, justita… te dejo aquí el biberón de glucosa, por si acaso.
Como ya me sabía la lección, yo la ponía al pecho continuamente, la tenía junto a mi, le ofrecía, vamos ponía todo mi empeño en que tomara lo máximo posible. Y creía que ella tenía suficiente. Pero cuando te están diciendo que está cercana a una hipoglucemia, coño (con perdón) das biberón y das lo que haga falta. Pero a lo que no estaba dispuesta era a dar el biberón «por si acaso», pues no me parecía necesario, y mucho menos que no me dieran más opciones ni biberones pensados para no interferir en la lactancia.
Minchiña nació a las 6 de la mañana, imaginad como estaba ya a las 6 de la tarde… Para más inri, se la llevaron para hacerle la prueba de sordera justo en un momento en que estaba dormida. Tardaron muchísimo en traerla de vuelta, y cuando la traen viene dormidísima. Se despierta y no pide pecho. Yo ya mosqueada, diciendo que aquello era raro raro… la acerco al pecho, y abre la boca, como esperando que cayera algo. Os podéis imaginar mi cabreo, estaba clarísimo que le habían dado un biberón, cosa que note también cuando empezó a succionar y me hizo un daño de mil demonios.
A todo esto, yo preguntaba, por si llegaba a hacerse necesario el biberón de glucosa, si no había algún otro modo de dársela, que había oído que mejor con cuchara o jeringuilla… ui que va, si siempre se da así, que no pasa nada, que no interfiere, con cucharilla o jeringuilla se pueden ahogar, quita quita… Allí todo el mundo creía saber mucho de lactancia materna, y a mi cuanto más abrían la boca más claro me quedaba que no tenían ni idea.
Así que tras todo un día de pinchazos, yo pesada y nerviosa en ponerla al pecho, ella que era chiquirritina y se le notaba que no tenía demasiada fuerza para succionar, que el agarre no acababa de ser bueno, y la ayudita del biberón… llegamos a la noche agotadas, ella llorando continuamente y nerviosa sin poder dormir, mi madre empeñada en ponerla en la cunita para que yo pudiera descansar, y yo intentando compatibilizarlo todo… Con este panorama la noche fue un horror, no dormimos NADA. Lo máximo que durmió ella seguido fue media hora, yo ni 15 minutos. Cada vez se ponía más nerviosa cuando la acercaba al pecho, por veces parecía la niña del exorcista de lo nerviosa que estaba, y yo sólo podía pensar en que tenía que mamar si o si, que podía hacer una hipoglucemia, y que si tomaba otro biberón, viendo lo sucedido tras el primero, quizás ya no quisiera más pecho… Lo único que dormí esa noche fue cuando la vinieron a buscar a las 9 de la mañana para bañarla, y en ese momento hice un k.o. que no me hubiera despertado ni una traca de las fallas de Valencia.
Creo que la trajeron de vuelta al cabo de una hora, y poco después llegó mi chico. En ese momento tenía clarísimo que si no encontraba alguien que me ayudara a mejorar el agarre y la postura salíamos de alli con biberones bajo el brazo. Y lo siento pero no, no estaba dispuesta. En ese momento ya tenía una buena cantidad de calostro, con sólo apretar un poquito ya salía. ¡Como iba a aceptar biberones con esa cantidad de calostro! Me parecía demencial. Así que le pedi que fuera a buscar a una asesora de lactancia, que mirara en la sala de lactancia, que preguntara por Bico de Leite, que necesitaba a alguien que nos echara un cable.
Por suerte dimos con nuestro segundo ángel de la guarda, una matrona que de verdad sabía, que me revisó la postura y el agarre, y en resumen me recomendó paciencia y tranquilidad, pues sólo me tuvo que corregir un poco, y que no me agobiara por los picos porque si no había hecho una hipoglucemia ya no la haría. Así que le hice caso y aprovechando que ya tenía una buena producción empecé a comprimirme y apretar un poco el pecho, para asegurarme de que Minchiña recibiera el máximo de calostro en cada toma. Aún así, continuó dando «muy justa» en alguna prueba, pero mi amiga Sonia ya me había explicado que podía darle con una jeringuilla al tiempo que mamaba, y cómo hacerlo, así que en la siguiente prueba que dio justita le suplementamos un poco así.
Esa segunda noche yo ya tenía claro que tenía que ponerme cabezota, y dormí con la peque pegadita a mi, mamando cada poco tiempo. Ella durmió muchísimo mejor, y yo al menos pude descansar un poco… y al día siguiente ya nos fuimos a casa, sin pinchazos, ni biberones, ni miradas de reproche por tenerla en la cama junto a mi.
Lo triste de esta historia es que si llego a ser primeriza se hubieran cargado nuestra lactancia, no me cabe la menor duda. Con buenas intenciones, porque en todo momento se preocupaban de que la niña estuviera bien, pero no se daban cuenta de que con pequeños gestos estaban poniéndonos zancadillas. ¿En serio no hay otro modo de medir las glucemias a un recién nacido que no llega a 3 kg? ¿En serio no podían haber ofrecido suplementar con jeringuilla desde el primer momento? ¿De verdad era tan urgente hacer la prueba de sordera? ¿Acaso no hay biberones para recién nacidos que requieran una succión más similar al pecho?
El lema de la Semana Mundial de la Lactancia Materna de éste año es «Un triunfo para toda la vida», y la verdad, no podría venir más a cuento, porque considero esta lactancia un verdadero triunfo, y no me cabe duda de que es un regalo para toda la vida.
Jolines me ha recordado a lo que me pasó a mi, casi casi lo mismo.
En mi caso era primeriza pero aún así no pudieron conmigo, cuando me empezaron a dejar los biberones si que le di un par pero sin usar la tetina, lo que hice fue usar el tapón con el que tapaban la tetina como vasito y en cuanto me subió la leche al día siguiente ya no le dí mas.
Menos mal que estaba informada y sabía lo que tenía que hacer, porque si no me hubieran vuelto loca y habría salido del hospital con el biberón puesto. De hecho en los cuatro días que estuvimos ingresadas vi fracasar cuatro lactancias, una de ellas gemelar, por los malos consejos que daban en el hospital. El Clínico de Valladolid. Que mucho en teoría promueve la lactancia y en la realidad están anclados en el siglo pasado.
Me alegro de que todo fuera bien, que tengas una larga lactancia! 🙂
En cada hospital debería de haber una asesora de lactancia mínimo y cursos de formación para enfermeras, matronas, pediatras y todo el que esté involucrado. Yo estuve en La Paz y ahí cada uno decía una cisa y todos se contradecían, me volvieron loca porque encima yo era primeriza. Casi se cargan mi lactancia separándome de mi hijo durante un día a las pocas horas de nacer por hipoglucemia. Me dejaban bajar a darle el pecho cada tres horas y por la noche no se podía entrar… Ojo y cuando iba ¡ya le habían dado biberón!. Demencial. No hablo de hace 20 años, esto ocurrió el año pasado.
Bravo por ti, hay que ser muy fuerte para plantarse así siendo primeriza. Yo sinceramente creo que no habría sido capaz, y mira que tengo carácter.
¡Un abrazo!
Es de locos, da ganas de matarles, ¡es que no podían haber hecho más cosas mal! Menudo mérito el tuyo sacar una lactancia adelante en esas condiciones.
¿Sabes lo triste? Que se de primera mano que hacen esos cursos. El problema es que «no cala». Se saben la teoría, pero luego en la práctica se nota que no la han asimilado, y además anteponen sus creencias y miedos. En fin, poco a poco, ¡haremos que cambie!
En el hospital que estuve yo, el Infanta Leonor de Madrid, tuve que estar separada del pequeñajo después de que la cosa se torciera un poco en el expulsivo y tardé 9 horas en verle. Durante ese tiempo le alimentaron con jeringuilla y luego se enganchó super bien. Y aunque hubo consejos contradictorios, me pareció que el personal estaba bastante concienciado. La pediatra que nos dio el alta nos sugirió el colecho; cuando nos íbamos, al valorar el peso del niño, nos dijo: «ha bajado un poco, pero está perfectamente bien, me parece una tontería prescribir biberón a un niño que está perfectamente bien, puedes hacer como yo que me metía a mi niño en la cama a dormir conmigo». Lo recuerdo y flipo. No creo que vuelva a ver algo así. En fin, después la lactancia se torció un poco por mi culpa, aunque de esas he aprendido, pero en el Hospital fue todo más que correcto.
Desde luego que le dieran con jeringuilla habla mucho a su favor. Y ya lo de la pediatra es de ovación cerrada. Ojalá cunda el ejemplo. Y ese «por mi culpa» no me ha gustado nada, que lo sepas, culpa 0 😉