Siempre quise ser madre y también tenía muy claro que quería dar el pecho. Mi madre siempre nos contó que nos dio el pecho aunque no mucho tiempo ( bueno hace años pensaba que 3 o 4 meses si era mucho tiempo, ahora he cambiado de opinión…) por lo tanto para mi era lo natural.
Cuando me quedé embarazada me informé mucho sobre el parto y la lactancia y en las clases de preparación al parto la matrona nos contaba que a ella le resultó difícil establecer la lactancia pero que querer era poder y eso lo gravé en mi mente. Por aquel entonces para mi dar el pecho era la única opción pero mi meta estaba en los 6 meses, luego ya empezaría a trabajar y probablemente pasaríamos al biberón, por suerte las cosas cambian y los pensamientos también.
Mi hijo nació llorando, si, no había acabado de salir y ya lloraba. Me lo pusieron encima y seguía llorando, nada le consolaba; ni mi olor, ni mi voz, ni mis besos. Sólo se calmó en el momento en que lo puse al pecho, así que él también tenía claro que quería mamar. En aquel momento me sentí la mujer más feliz del mundo: había tenido un hijo y además le estaba alimentando por mi misma.
Pero no todo fue tan fácil. Sus primeros días, en el hospital, los pasó literalmente enganchado a mi; sólo en mi pecho se calmaba, en cuanto estaba un rato separado lloraba y lo buscaba, así que tuve que aguantar un montón de comentarios de las visitas.
Estuvimos dos días en el hospital y los dos se los pasó llorando o mamando y nosotros casi sin dormir. Una enfermera me dijo que aun no me había subido la leche y que mi hijo había perdido bastante peso y tenía hambre. Me derrumbé y lloré, me sentía fatal y accedí a darle un biberón, lo tomó con ansia y se quedó frito al instante, lo que hizo que yo todavía me sintiera peor.
Pero no estaba dispuesta a tirar la toalla tan pronto así que intenté buscar ayuda y me enteré que en el hospital había una unidad de lactancia y pedí asesoramiento. Vino una pediatra y estuvo enseñándome como ponerlo bien al pecho, nos dieron el alta y tuve que volver en 3 ó 4 ocasiones con ella para ver como íbamos y para pesar al niño.
Al tercer día aun no me había subido la leche así que decidió que lo mejor sería ayudarlo un poco en algunas tomas, pero no con un biberón; nos enseñó como darle leche de fórmula a la vez que lo ponía al pecho, así estimulaba y a la vez se alimentaba. Al cuarto día me subió la leche y en unos días ya no necesitaba ninguna ayuda. Aun así se pasaba el día mamando, se quedaba dormido y en cuanto notaba que se despegaba un poco de mi volvía a mamar.
Así nos pasamos prácticamente 2 meses en los cuales tuve que oír muchas cosas, sobretodo que no iba a poder seguir con el pecho porque tenía poca leche, pero mi niño a pesar de tener reflujo y vomitar tras prácticamente todas las tomas engordaba y crecía, así que eso junto a su expresión cuando mamaba me dieron las fuerzas necesarias para seguir adelante. Hubo momentos que pensé en tirar la toalla, pero hablaba con otras madres que daban el pecho a niños más mayores y todas decían que era lo mejor que les había pasado, así que cada día pensaba «pues si he llegado hasta aquí voy a seguir».
Fueron pasando los días y todo iba fluyendo mejor, nos íbamos conociendo, empecé a pasar más de lo que me dijeran, yo veía a mi hijo feliz así por lo que no lo debería estar haciendo tan mal y seguimos con la lactancia.
Actualmente no hay día que no me alegre de haber continuado, nunca había vivido nada parecido, jamás me había sentido tan bien, ahora el mejor momento del día es cuando vuelvo del trabajo y le pregunto a mi hijo que quiere y me dice con una dulce sonrisa teee-taaaa, se engancha a mi pecho y se duerme plácidamente, poder vivir esto es un regalo y no puedo evitar el intentar animar a todas las madres a vivirlo.
Por todo ello doy gracias a mi hijo por ser como es, por no conformase y pedir lo que quiere, por abrirme los ojos y dejarme disfrutar de la maternidad en toda su plenitud.
Sonia
¡Gracias Sonia por compartir tu historia! Sí que es verdad que querer es poder, pero en tu caso, has querido mucho maja, eres mi ídolo, porque has tenido una persistencia a prueba de bombas. Un besote gordo 🙂
Qué bonita historia… me encantó!
Gracias por compartirla Sonia!! Y a ti por publicarla!
Si Sonia, una vez más, QUERER ES PODER!!! La fuerza del amor puede y mucho!!!
Besotes!