¡Hola! Mi nombre es Elvira y soy, entre otras cosas, docente y madre. Pero si hay algo que me identifica es esta realidad que me ha cambiado la vida: «muchas veces los hechos más paradójicos de tu vida cotidiana tienen un porqué. Este es el slogan del blog en el cual escribo, La atención selectiva, donde trato temas relacionados con la psicología, la educación, el coaching o la crianza.
Relato realidades cotidianas que tienen una razón científica, sociológica o educativa, desde la reflexión personal. Pero en esta ocasión, he querido hablar de crianza y de impronta, desde un lugar distinto, para compartir impresiones con alguien que tiene mucha experiencia en el ámbito de la maternidad respetuosa. Y me presento a todos vosotros desde este rinconcito que me ha hecho Vanesa en su casa, para mostraros que esta orquídea dichosa también tiene mucha, mucha, mucha, atención selectiva.
Impronta: la huella de la maternidad
Cuando usamos impronta en el lenguaje coloquial, acostumbramos a relacionarlo como sinónimo de huella, de marca. Decimos que algo ha causado una impronta en nosotros cuando en nuestro interior se produce un cambio y esa CPU nuestra llamada cerebro, crea un recuerdo imborrable. En este sentido, tener un hijo, es una impronta maravillosa, pero tu vida nunca vuelve a ser la misma. Has evolucionado, porque se ha producido en ti la mayor de las improntas, la maternidad. Pero, te has preguntado alguna vez, ¿qué clase de impronta supone para tu hijo, el que tú le cuides los primeros meses de vida? Te lo cuento en estas líneas sobre impronta y maternidad.
Lejos del significado lingüístico que te acabo de ofrecer, científicamente, la impronta es un fenómeno estudiado en diversas ramas del saber. Desde la biología a la psicología, pasando por etología o los modelos educativos en recién nacidos; la impronta supone un tipo de aprendizaje que ha llamado la atención de la comunidad científica y educativa en general. Lo más llamativo de este aprendizaje es que resulta básico en las primeras etapas de vida de muchas especies animales, teniendo una duración diferente según las características fisiológicas. Además, dependiendo de si se da o no esta impronta –este aprendizaje–, el animal tendrá más posibilidades de sobrevivir.
Cuando un ejemplar de cualquier especie llega a este mundo al lado de sus progenitores, su modo innato de supervivencia consiste en el aprendizaje de las conductas que observa en sus padres. Pero estas conductas no son aleatorias, sino vitales en su supervivencia.
Por este motivo, algunas crías siguen a la primera figura que se encuentran, que generalmente es su madre, como en el caso de muchas aves (especialmente patos, gansos, etc.).
De este modo, se produce una impronta filial o troquelado que coincide con un período crítico en la vida del animal. En el caso que te acabo de comentar se produce en aproximadamente unas 24 horas después del nacimiento. Aquí es cuando la cría de ganso sigue a su madre en cada paso que da, aprendiendo su comportamiento. Pero no siempre sucede así, pues la cría sigue al primer estímulo cercano de considerable tamaño que se encuentra, y de este modo, podría bien seguir a su madre, bien seguir a una persona, a otro animal, etc.
¿Y qué hay de la impronta en seres humanos?
Pues bien, si la impronta en una cría de pato tiene de duración entre las 24 y las 48 primeras horas de vida del animal, en un recién nacido, la impronta es considerablemente mayor. De hecho, tengo malas noticias para ti, como seres humanos somos verdaderamente frágiles. En este sentido estamos a la cola del mundo animal en cuanto a supervivencia. Somos los que más necesitamos del primo de Zumosol. Y si no, no hay más que observarnos en nuestros primeros meses de vida. Mientras un cervatillo se levanta a las pocas horas de nacer, nosotros tardamos varios meses en fortalecer nuestra columna en relación al peso de nuestra cabeza. Lo de estar erguidos, ya son incluso, palabras mayores. Es cerca del año cuando empezamos a caminar. Y es por este motivo, por el que tenemos un período crítico tan grande, somos vulnerables, muy vulnerables; y necesitamos a nuestros progenitores para sobrevivir durante más tiempo y con una serie de cuidados específicos mucho mayores de los que necesitó Bambi.
Pues bien, el modo en como afrontes tu maternidad, determinará la impronta que dejes en tu hijo (huella), y determinará su impronta (aprendizaje).
En este sentido, la impronta en nuestra especie se caracteriza por una serie de necesidades básicas (hambre, sed, sueño), al igual que sucede con otros animales; pero también, por una serie de necesidades secundarias (bienestar, desarrollo cognitivo, de aceptación social, etc) no menos necesarias. Estas necesidades pueden estar o no cubiertas dependiendo de los modelos de crianza, lo cual será definitivo para el modelamiento de la personalidad y de las creencias personales. Así, la impronta se convierte en algo positivo, en un aprendizaje significativo; o en un trauma.
Que el modelo de crianza es importantísimo, no hacía falta que lo leyeras una vez más, pero una explicación científica nunca está de menos. Modelos de aprendizaje en bebés basados en la disciplina del estilo “dejar llorar para que se acostumbre”, “no hacer caso ante un llanto si es por mimo”, “ignorar ante una rabieta” generan un aprendizaje específico. El niño piensa que está sólo e indefenso, pues no tiene a nadie que lo ayude en ese momento difícil para él. El aprendizaje es demencial, pues se produce en este período crítico del que hablamos. Las necesidades básicas y secundarias no están satisfechas.
De esta manera, la repetición del modelo es inevitable. Al igual que el pequeño ganso sigue a su madre a donde sea y aprenderá todo comportamiento que observe, lo mismo acontecerá con el niño de unos meses. Repetir conductas en un futuro basadas en la interiorización del aislamiento, del desamparamiento, es muy fácil.
Aquí lo tienes. La impronta es brutal. Los recuerdos de la infancia no son como los de la edad adulta, son más difusos, más difíciles de interpretar, pero son decisivos y siempre vuelven. La única impronta que tu niño necesita es la impronta positiva, la huella imborrable de la impronta del amor.
No somos responsables por las emociones, sino por lo que hacemos con las emociones”.
Jorge Bucay.
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Gracias por tus hermosas palabras Elvira… Un libro abierto para la maternidad.
¡Qué linda eres, Alba! Bella por dentro, bella por fuera y bella e cómo nos ves a los demás.
Me ha encantado la manera en que has explicado este tema, de manera científica como bien dices. Personalmente la impronta creo que es, aproximadamente, hasta los 6 años… Según desarrollo madurativo. Así que si, me parece un tema importante. 🙂
Muchas gracias por el aporte y la colaboración.
Muaaa!
Yo te doy las gracias de nuevo por esta entrada, que es todo un regalo para las madres. ¡Gracias por compartirla en mi blog!