Hace unos años os conté la historia del parto de mi mayor. Una historia sin duda de violencia obstétrica, que hizo que yo acabara pariendo a mi hijo en un quirófano, ya preparada para una cesárea, de la que me libré in extremis.
Pero hoy os quiero contar una parte de la historia que no os conté, pero que he decidido que en adelante es la que prefiero recordar, porque es la que merece ser recordada.
Os quiero contar la historia de la de la anestesista que, al ver que no sólo tenia la epidural puesta, sino que tenía de cintura para abajo muy dormido me dijo: «yo aquí no tengo mucho que hacer, porque ya tienes la epidural puesta, pero me voy a quedar aquí detrás para ayudarte en lo que pueda«. Y, situada detrás de mí, me ayudaba a levantarme y me sostenía por la espalda cada vez que yo pujaba, para que pudiera reservar todas mis fuerzas para usarlas en donde más se necesitaba: en pujar.
También la de la ATS, que como no podía hacer nada más en ese momento, me agarró la mano izquierda y no dejó de acariciarla ni un instante.
O la de la enfermera de pediatría, que, según nació mi hijo, lo pegó a mi cara para que pudiera verlo, lo limpió rápidamente, y me lo colocó encima.
Mujeres maravillosas que, cuando nació mi hijo, lo celebraron como merecía, como si fuera el suyo, y no permitieron que la frialdad del quirófano se lo impidiera.
Sé que hay muchas grandes profesionales en los hospitales españoles. Tuve la suerte de dar con una maravillosa matrona en el increíble parto de mi niña; ojalá todas fueran como ella. Sé que muchas veces no pueden hacer más que lo que hacen. Que hacen todo lo que creen que pueden hacer. Y yo estoy muy agradecida a todas las grandes mujeres que tuve la suerte de encontrar en mis partos.
Es lo que deberíamos tener siempre, gente que piensa tanto en el bebé que acaba de nacer como en esa madre que también acaba de nacer.
Si hay peligro de muerte en alguno de los dos casos entiendo que tomen ciertos decisiones pero si no es así lo que deberían hacer es dar espacio y hacer que esa primera vez sea inolvidable
Totalmente de acuerdo, ése debería ser el pensamiento de todos, es una lástima que aún haya quien no vea más allá de su ego. ¡Un abrazo!