Llevo mucho sin hablaros de lactancia materna, y es que hace ya un tiempo que mi pequeña se destetó completamente. Hacía ya un año -o quizás más- que sólo pedía de noche. Tomar su leche de teta antes de dormir, ese calorcito pegada a mamá… era su momento mimo antes de dormir. Pero, cuando menos lo esperaba, ella solita, para mi sorpresa, dejó de mamar de un día para otro. Pedía teta, pero parecía haber olvidado mamar, y sólo apoyaba su boca un momento muy breve. Era curioso porque se quedaba como extrañada, como pensando «me falta algo, pero no sé el qué».
Durante un tiempo continuó pidiendo cada noche, era ese momentito y luego me pedía mimos; luego comenzó a espaciarlo, y muy poco a poco fue dejando de hacerlo. Aún a veces se acuerda y pide, creo que en su memoria queda grabado ese gustirrinín de estar pegada.
Y la verdad, aunque me pilló un poco de sorpresa, para mí fue estupendo que sucediera así de modo natural y a su ritmo. Yo tenía ganas de destetar desde hacía tiempo, pero quería respetar sus ritmos, y me alegro mucho de haberlo hecho así, de que para ella fuera sucediendo de forma natural.
Han sido, en total, 8 años de lactancia materna casi ininterrumpida, con una pequeña pausa al final del embarazo de la pequeña, que fue cuando el mayor se destetó también por sí mismo. 4 años cada uno, ¡no está nada mal! Desde luego es mucho más de lo que yo hubiera pensado antes de ser madre, pero me alegro mucho de que haya sido así. Sé que les he dado lo mejor que les podía dar, y no hablo sólo de la leche en sí misma, sino también del acompañamiento emocional que supone para ellos. Mamás, sé que puede ser duro por momentos, sé que es agotador muchas veces. Pero merece mucho la pena, de verdad.
Estos 8 años me han regalado momentos maravillosos, y qué mejor forma que cerrar este ciclo que recordándolos, ¿verdad?
La primera vez que se engancharon al pecho
Para mí es EL MOMENTO, así, con mayúsculas. En el mayor me quedé alucinada de la fuerza que tenía, ya nada más nacer. Recuerdo que se enganchó y estuvo horas mamando, no se quería soltar. Y no me extraña, pobre, con el parto tan intervenido que le tocó vivir… ahora sé que necesitaba ese tiempo al pecho, pegadito a mí, para compensarlo.
Con la pequeña, en cambio, con un parto natural y cero intervenido, un parto absolutamente respetado, no tenía esa ansia por engancharse, hizo agarre natural pero a su ritmo… y ni de lejos tenía la fuerza y las ganas de su hermano. ¡Y era tan chiquitina!
Lo mejor de todo es que tengo una foto de cada uno de esos momentos, pero esas nos las guardamos para nosotros, ya sabéis que soy muy reservada para estas cosas… pero las que habéis pasado por ello, seguro que os hacéis a la idea de cómo son 😉
La cara de felicidad cuando se dormían al pecho
Tengo mil caras grabadas en mi memoria, de mis dos durmiéndose al pecho. De esos momentos en que parecía que estaban profundamente dormidos, e intentaba separarles, y se daban cuenta y se enganchaban para que no me separara de ellos. De cuando se quedaban dormidos en la teta y se les escapaba una sonrisa, y se les escurría la leche.
Cuando aprendieron a pedir: ¡mama, teta!
¿Qué madre de pecho no se ha sonrojado ante un MAMÁAAA TETAAAAA en medio de la calle, de una reunión familiar, en el parque, o en el momento más inoportuno? Pero lo cierto es que la primera vez que piden teta por sí mismos, se te cae la baba sí o sí. Sobre todo porque a continuación suele venir una sonrisa, justo antes de engancharse. ¡Imposible no derretirse!
Cuando tus pechos son una tercera persona
Esto es de traca, porque es que a veces parece que tú eres una persona, y tus tetas otra distinta. Así que les hablan, les dan besos, y hay días que si se las pudieran llevar, sin ti, yo creo que lo harían; porque contigo se enfadan, pero con las tetas no, ¡ay sus tetitas! Y eso acaba dando lugar a momentos muy divertidos.
Ya para más guasa, la pequeña, que es genio y figura, desde que aprendió a hablar llamaba a una teta, y a la otra tota. Así que pedía, «mamá dame teta» o «mami, quiero tota», y así. Y me toreaba, porque unos días tota era la derecha, otros días era la izquierda, y yo tenía que adivinar cuál quería. Aún hoy les sigue llamando así. Y nos partimos de risa, porque ni ella se acuerda quién es quién, pero sigue hablando de «tota» y diciendo, «nooo, esa no, la tota» xD
La paz que les da el pecho
Reconozco que yo desconocía totalmente el factor balsámico del pecho, hasta que lo viví con mis hijos. Si se caen, si están tristes, si les duele algo… piden teta. Y es curioso ver cómo les calma, cómo se sienten arropados. Lo bueno de haberles dejado destetarse es que llegan a una edad que hablan y razonan, y la pequeña sobre todo tiene una inteligencia emocional brutal, desde muy pequeña sabe expresar muy bien cómo se siente y lo que quiere o necesita en cada momento. Y había momentos en que yo le ofrecía abrazos y mimos en lugar de teta, y no, ella quería su tetita, bien pegadita a mamá, y abrazada, pero en su tetita. Es algo que con el mayor ya lo intuí, aunque él no lo sabía expresar tan bien, pero con la pequeña me quedó muy claro que para ellos no es lo mismo.
Estos son algunos, pero hay muchos, muchos más… y no me cabe duda de que los recordaré toda la vida.
Que bonito post!! Me encanta
Muchas gracias Emilia <3
Mi hijo tiene hoy en dia 5 aun agarra «la tirita» para el es su recuerdo de la lactancia y del calor de su mamá ♥️
Lina Jiménez
Tal cual, mi peque en nada hace tres y seguimos con su momento teta para la siesta, dormir por la noche o si hay despertares, cuando la pide ahí está la teta ^_^ y me quedo con cada «fotograma» que nos cuentas, desde el primero hasta el último de esta noche.
Llevamos 25 meses de lactancia y he sacado una sonrisa al leerte…como dices para ellos su teti es lo más, y para nosotras también.
Es cansado, pero muy gratificante saber cual es su lugar favorito;)
Gracias
Gracias a ti, Paula. ¡Un abrazo!
Ufff que recuerdos, aún me acuerdo ver esa carita cuando mi bebé se enganchó al pecho por primera vez… sin dudas es de esos momentos que no te olvidas más…
Los mejores recuerdos son de cuando le daba el pecho en completa soledad, solos él y yo. Nos mirábamos intensamente, y me hubiera encantado parar el tiempo. Dar el pecho es una experiencia dura y mágica a la vez. Lo que daría por repetir…