Leo que Sonsoles Ónega ha escrito un libro, Nosotras que lo quisimos todo, y me llama la atención que hable en pasado. ¿Acaso ya no lo queremos? ¿Acaso no es posible?
Nos han educado para ser las mejores en todas las facetas de nuestra vida. Para estudiar y trabajar duro, para tener un futuro que no dependiera de un marido. Nos enseñaron a soñar con vidas y trabajos que en anteriores generaciones estaban reservados a los hombres, y nos acompañaron y empujaron a conseguirlos. Crecimos aspirando a tenerlo todo, convencidas de que se podía.
Y entonces te topas con la realidad de bruces. Ah, la realidad. Esa en la que la baja de maternidad es irrisoria, y las medidas de apoyo a la familia inexistentes. Esa donde la casa no se atiende sola, en la que los trabajos exigen todas las horas y alguna más. Esa en la que los hijos acusan el que papá y mamá estén todo el día fuera. Esa en la que descubres que la vida no es como la imaginabas cuando eras una universitaria y soñabas despierta.
Una realidad en la que quizás puedas optar a cualquier puesto, pero al mismo precio que antaño pagaban nuestros padres: renunciar a la familia. Porque esa es la igualdad que nos han impuesto, la de convertirnos en hombres. En su peor versión.
Pero no somos hombres. Somos mujeres, y queremos seguir siéndolo. Queremos ser madres, cuando y como nosotras queramos. Queremos ejercer nuestra maternidad activamente, no ser quien bañe y acueste a los niños después de todo un día fuera. Queremos SER y queremos ESTAR. Queremos que nuestros trabajos nos lo permitan, y que nuestras parejas nos acompañen en el camino. Y queremos seguir siendo nosotras.
Pero hoy día, en nuestra sociedad, es imposible. Ser madre y tener un empleo conlleva renuncias, y muchas. A veces renuncias en el trabajo, a veces renuncias familiares, y casi siempre renuncias en ambos sitios. Pero sobre todo, renunciamos a nosotras mismas, porque siempre nos colocamos en último lugar.
Sólo nosotras podemos cambiar ésta situación, y sólo hay un modo: actuando. Siendo el cambio que queremos ver. Porque por ahora, por desgracia, el camino pasa muchas veces por renunciar al trabajo, reducir el horario o directamente montar un negocio.
Espero, Sonsoles, que en un futuro no demasiado lejano pueda leer un nuevo libro tuyo: “Nosotras que lo queremos todo… y lo conseguimos”.
DIY: Un regalo para mamá
Éste colgador de pendientes tan original lo pueden hacer desde muy pequeñitos con un poco de ayuda; tan sólo necesitas los palitos de colores (a la venta en tiendas de manualidades) y cola blanca. Para ver el paso a paso, busca en google “colgador de pendientes con palitos de helado”. ¡Me pido uno!
Publicado originalmente en el número de Mayo de 2015 de la Revista Ser Padres. Ver PDF.